Las fases del duelo: una mirada psicológica a las pérdidas que nos transforman
Introducción
Hablar de duelo es hablar de vida.
Solo quien ama, quien se implica y quien sueña, puede sentir la herida de una pérdida.
El duelo no es una enfermedad ni una debilidad. Es un proceso psicológico natural que nos permite adaptarnos a una nueva realidad cuando algo o alguien importante ya no está.
No solo aparece ante la muerte de un ser querido, sino también tras una ruptura amorosa, una separación familiar, o ante un diagnóstico de necesidades educativas especiales o enfermedades raras.
En todos los casos, el cerebro y el corazón activan un mecanismo de adaptación emocional.
Y, aunque duele, también transforma.
Las fases del duelo desde la psicología
La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross describió las cinco fases clásicas del duelo:
-
Negación → “Esto no puede estar pasando”.
-
Ira → Rabia, frustración, búsqueda de culpables.
-
Negociación → Intentos de recuperar el control.
-
Depresión → Tristeza, vacío, aceptación de la pérdida.
-
Aceptación → Integrar la ausencia y seguir adelante.
Hoy sabemos que no siempre se viven en orden, ni todas las personas pasan por cada fase.
El duelo no es lineal: se avanza, se retrocede y se vuelve a avanzar.
Cada persona lo vive de forma distinta, influida por su historia personal, apoyos, vínculos y resiliencia emocional.
Duelo por la muerte de un ser querido
La muerte es el tipo de duelo más visible.
El cerebro reacciona con dolor, ansiedad, tristeza y desorientación.
La amígdala y el sistema límbico activan la respuesta emocional, mientras la corteza prefrontal intenta entender lo ocurrido.
El duelo sano implica poder hablar de la persona, mantener rituales simbólicos (fotos, cartas, recuerdos) y dar sentido a la pérdida.
Cuando el dolor se prolonga más de un año y bloquea la vida cotidiana, puede tratarse de un duelo complicado y requerir acompañamiento profesional.
El duelo en la infancia
Los niños también viven duelos, aunque los expresan de otro modo.
-
En edades tempranas pueden no comprender la irreversibilidad de la muerte.
-
En la etapa escolar, entienden la pérdida, pero pueden mostrar tristeza, rabia o cambios de conducta.
Evita frases confusas como “se fue al cielo”.
Es mejor usar un lenguaje honesto y sereno:
“La abuela ha muerto. Estamos tristes porque la queríamos mucho.”
El niño aprende a elaborar su duelo a través del ejemplo emocional de los adultos.
Duelo amoroso y separación de pareja (visión adulta)
Las rupturas sentimentales también son pérdidas.
Se pierde una identidad compartida, un proyecto de vida y una referencia emocional.
Desde la neurobiología, el cerebro activa las mismas áreas que el dolor físico. Literalmente, el corazón duele.
El duelo amoroso implica reorganizar el apego: aprender a vivir sin el otro.
Esto puede generar ansiedad, necesidad de contacto o pensamientos repetitivos.
🪷 Para sanar:
-
No idealices a la expareja.
-
Cuida tu autoestima.
-
Reconecta con tu identidad personal.
-
Crea nuevas rutinas que te nutran emocionalmente.
No se trata de olvidar, sino de resignificar.
Transformar el amor en aprendizaje y gratitud.
Duelo infantil ante la separación de los padres
Cuando los padres se separan, los hijos viven un duelo invisible: pierden la seguridad y la estructura familiar que conocían.
Según la edad:
-
En infancia temprana: miedo al abandono.
-
En edad escolar: culpa (“¿será por mi culpa?”).
-
En preadolescencia/adolescencia: rabia, tristeza o rechazo.
Lo que más necesitan es seguridad y amor constante.
Nunca deben ser mensajeros ni árbitros del conflicto.
Frases como “aunque papá y mamá no vivamos juntos, los dos te queremos igual” son bálsamos emocionales.
Los cuentos, dibujos y conversaciones sinceras ayudan a procesar el cambio.
El duelo infantil requiere tiempo, calma y coherencia emocional.
Duelo ante el diagnóstico de NEE o enfermedades raras
Este es un tipo de duelo poco reconocido, pero muy profundo.
Cuando llega un diagnóstico —una discapacidad, un trastorno del desarrollo, una enfermedad rara—, los padres viven un proceso emocional intenso.
No han perdido a su hijo, pero sí la imagen idealizada de cómo lo imaginaban.
Empieza un camino de aceptación y transformación.
Etapas habituales:
-
Negación: “Esto no puede ser”.
-
Ira: búsqueda de culpables, frustración.
-
Tristeza: conciencia de la nueva realidad.
-
Aceptación activa: búsqueda de apoyos, aprendizaje y empoderamiento.
Este duelo no desaparece, se revisita en cada etapa del crecimiento del hijo.
Acompañar desde la escuela y desde la psicología significa escuchar, informar y sostener.
La empatía profesional es una herramienta terapéutica tan poderosa como el conocimiento.
Acompañar el duelo desde la escuela y la familia
La escuela es a menudo el lugar donde los duelos se hacen visibles.
Un alumno que sufre puede mostrar tristeza, aislamiento o cambios de conducta.
Por eso, educar en emociones es también educar en la vida.
Claves prácticas:
-
Validar: “Es normal que estés triste”.
-
Escuchar sin juzgar.
-
Evitar frases vacías (“ya pasará”).
-
Crear espacios simbólicos: un mural, un rincón de la memoria, una carta.
-
Usar cuentos terapéuticos y dinámicas de grupo.
Familia y escuela deben formar una red de contención emocional.
Cuando el entorno es coherente y compasivo, el niño se siente seguro para elaborar su pérdida.
Conclusión: del dolor a la transformación
El duelo no se supera. Se integra.
Cada pérdida deja una huella, pero también una posibilidad de crecimiento postraumático.
Como decía Viktor Frankl:
“Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo la libertad de elegir su actitud ante las circunstancias.”
Hablar de duelo es hablar de humanidad.
Porque educar no es solo enseñar contenidos: es acompañar la vida, incluso en sus momentos más duros.
